jueves, 5 de julio de 2018

Los ríos de Aragón


Un río cualquiera


Ya hemos conocido la definición de río como una corriente de agua continua y más o menos caudalosa que va a desembocar en otra, en un lago o en el mar. Los elementos que determinarán las características de este río son el clima, la permeabilidad del suelo y el relieve. Ahora conoceremos un poco más acerca de los elementos que componen un río.
    Su recorrido desde el nacimiento hasta su desembocadura lo denominamos curso, y por lo general, los ríos más grandes, se dividen en tres partes principales con distintas características:
  • Curso superior: El más cercano al nacimiento, se encuentra generalmente en zonas montañosas y se caracteriza por su pendiente pronunciada, la presencia de saltos y cascadas, el rápido desplazamiento de las aguas y la gran erosión que provocan, formando foces y cañones, según su tamaño.
  • Curso medio: Se sitúa en terrenos de menor pendiente, la velocidad del agua se hace más lenta y transporta los sedimentos que recoge a su paso. En este tramo se recibe el aporte de arroyos y afluentes, según el caudal y la longitud de éstos.
  • Curso inferior: La pendiente por donde transcurre el río es igualmente escasa y su desplazamiento es lento, generando depósitos de sedimentos. Es habitual la presencia de meandros y de galachos (también en el curso medio). El caudal alcanza su límite máximo conforme se acerca en su lento discurrir hasta la desembocadura, 
  • desembocadura, que es el lugar donde el río vierte sus aguas al mar, a un lago o a otro río.
  • En el multimedia podrás encontrar información sobre los accidentes geográficos que podrás encontrar en un río cualquiera.
    Otro de los conceptos fundamentales es el de caudal: la cantidad de agua que corre por un río, expresada en metros cúbicos por segundo.
    Suele coincidir que los ríos más caudalosos son los más largos; de hecho, el Ebro es el río más caudaloso de España y el segundo en longitud. Este gran caudal se debe al aporte de los afluentes y según la época del año y su climatología. Así pues, en el caso de los ríos aragoneses el nivel mínimo de caudal que alcanzan los ríos, coincide con el estiaje, la temporada veraniega de calor y escasas precipitaciones. En esta temporada puede llegar a secarse un río, corriendo sus aguas únicamente de forma subterránea.
      La variación del caudal durante el año es el régimen fluvial, que según su origen puede ser:
    • Régimen nival: cuando el caudal aumenta en época de deshielo, a finales de la primavera.
    • Régimen pluvial: cuando el caudal aumenta en épocas de lluvia, que en Aragón coinciden con las del clima mediterráneo, sobre todo en otoño y en primavera.
    • Régimen mixto: pluvio-nival (si la aportación de la lluvia es mayor) o nivo-pluvial (si es mayor la de la nieve).
    En Aragón no existe el régimen nival puro, pese a que muchos de los afluentes del Ebro nacen en la cordillera pirenaica en alturas superiores a tres mil metros. Lo habitual es encontrar regímenes mixtos en los afluentes pirenaicos y en los ríos que nacen en la cordillera Ibérica es habitual el régimen pluvial mediterráneo, cuyos máximos de caudal se dan en primavera y otoño, épocas de mayores precipitaciones.
    Esta clasificación sólo es válida para ríos cortos, ya que a medida que ganan longitud y reciben el aporte de afluentes, los ríos van modificando el régimen que tenían en origen.
    Así pues, el régimen de los ríos depende de un conjunto de factores físicos como son, principalmente, el clima, como vemos en la secuencia de crecidas y estiajes dependiendo de las estaciones húmedas y secas. De la misma manera, el relieve, además de condicionar el trazado de los cursos, afecta al régimen fluvial, ya que la orografía influye en el clima a través de la altura. Igualmente, la permeabilidad de los suelos afecta al discurrir de las aguas, así como la existencia de vegetación, que ralentiza el proceso de incorporación del agua de lluvia a los cauces y evita la torrencialidad, frecuente en los regímenes mediterráneos.

    Un factor fundamental…    El clima en Aragón

    Hablar del clima de Aragón es hablar de la sucesión de un conjunto de climas existentes sobre el territorio aragonés con una diferencia altitudinal de 3.000 metros, desde el clima de las altas cimas -como el del Aneto, típicamente alpino, con peculiaridades de clima de glaciar-, descendiendo por los climas de montaña de las laderas meridionales del Pirineo, pasando por los climas menos húmedos del Somontano oscense hasta llegar a los climas áridos de la depresión del Ebro y, de nuevo, remontarnos hacia climas más húmedos por el Somontano del Bajo Aragón, cruzando el entretejido de valles y sierras que constituyen el sistema Ibérico, para descender por el Maestrazgo turolense hasta las tierras de Javalambre.
    En el mapa se presentan los tipos climáticos de Aragón tomando los criterios de clasificación que se obtienen con el índice de Lang, a fin de dar un conocimiento sencillo y general.
    Este índice viene expresado por la relación entre la precipitación media anual, expresada en litros por metro cuadrado, y la precipitación media anual, expresada en °C. Como vemos, la zona más amplia corresponde al clima árido, con un valor del índice comprendido entre 20 y 40, afecta a la depresión del Ebro y los valles del Jalón y Jiloca y cauce del Turia, desde Teruel. Hay que destacar dos núcleos de clima húmedo, de estepa y sabana, en la sierra de Alcubierre y en las sierras de Vicort y Aguarón. A este mismo tipo de clima húmedo, con valores del índice de Lang comprendidos entre 40 y 60, pertenece una franja de terreno que se extiende desde Sos del Rey Católico hasta los embalses de Canelles y Escales pasando por Huesca y Graus; otra zona en las proximidades del Moncayo, su somontano, y sierra de la Virgen y otras en la provincia de Teruel, en la margen superior izquierda del Jiloca hasta la sierra de Albarracín y las sierras de Palomera y Cucalón y tierras altas del Guadalope. El clima húmedo de bosque claro se localiza en el Prepirineo, Moncayo y sierras de Albarracín y Gúdar; tiene un valor de índice comprendido entre 60 y 100 y sus precipitaciones vienen a oscilar entre los 600 y los 1.000 litros por metro cuadrado en las zonas más septentrionales, mientras que en las meridionales alcanzan el límite de los 700 u 800 mm. En las zonas superiores de las sierras ya indicadas, sin elevarse a las altas cotas pirenaicas, existe también un clima húmedo, de grandes bosques, en el que la pluviometría oscila entre los 1.000 y 1.500 litros en metro cuadrado, en el Pirineo, y entre los 750 y los 950 mm. en las demás regiones. El clima de pradera, zonas superhúmedas, con valores del índice superiores a 160, y precipitaciones entre los 1.500 y 1.900 litros en metro cuadrado, se encuentra en las zonas altas de la cordillera pirenaica.
    Además de los factores físicos existen otros humanos, por la necesidad histórica del aprovechamiento de las aguas para el riego, el consumo o la producción de energía, y la necesidad de regular los ríos para disminuir los riesgos de inundaciones y los efectos de las crecidas.
    También hay que hablar de las vertientes hidrográficas, que son los territorios compuestos por el conjunto de ríos con sus afluentes que vierten sus aguas en un mismo mar. En la península Ibérica hallamos tres: la vertiente Atlántica, Cantábrica y Mediterránea.
    Hay que tener en cuenta la inclinación de la meseta peninsular hacia el oeste, así que los ríos se adaptarán al territorio y por lo general, los más largos verterán en la vertiente Atlántica, como el Tajo, que se extiende desde los Montes Universales en la provincia de Teruel hasta el estuario del Mar de la Paja; en la Cantábrica son cortos y caudalosos, por la cercanía a la cordillera Cantábrica y sus abundantes precipitaciones; y en la Mediterránea, exceptuando el caso especial del Ebro, también son cortos pero de escaso caudal por el clima más árido de estas regiones.
    En estas vertientes desaguan el conjunto de cuencas hidrográficas, es decir, los territorios cuyas aguas afluyen todas a un mismo río principal.

    Galacho

    Voz aragonesa que define a los meandros abandonados por el Ebro en el curso de sus cambios de cauce, y al conjunto de vegetación palustre y acuática que sustentan. Los galachos presentaban áreas de aguas abiertas, claras y limpias. En la actualidad han desaparecido prácticamente del valle del Ebro, y únicamente se mantienen en estado natural los de La Alfranca y Juslibol.
    • Galacho de La Alfranca: Este galacho tiene una extensión aproximada de 1,7 km. de largo por 150 m. de ancho, repartida entre unas seis hectáreas de aguas libres en forma de lago, unas quince de vegetación ligada al medio húmedo, y unas ochenta de matorral y arbolado, además de cultivos. La coincidencia de los variados biotopos señalados supone la presencia de una rica y diversa fauna, destacadamente de la acuática. Aquí es posible observar cerca de doscientas especies de aves. En La Alfranca existe la única colonia de garzas de todo el valle, auténtico espectáculo por su belleza y armonía. Se da también un complejo mundo viviente, además de las aves, pues se han identificado diez especies de micromamíferos; seis de mamíferos superiores -entre las que destaca la nutria, especie al borde de la extinción en el Ebro-; y nueve especies de peces. Dentro de los anfibios, reptiles y otra fauna, se encuentran dos urodelos, seis anuros, dos quelonios, cinco saurios y cinco ofidios.
    Una grave amenaza para su supervivencia le supuso la construcción en sus aledaños de algunas fincas de recreo a finales de los 70, lo que suponía la pérdida de la tranquilidad necesaria para los animales, sobre todo en la época reproductora.
    Actualmente se está construyendo un Centro de Interpretación de la Naturaleza y se prevé que se inaugure en 2001.
    • Galacho de Juslibol: Este antiguo meandro del Ebro se formó al quedar estrangulado en una avenida que sobrevino en el cambio del año 1960 al 61. Situado entre los barrios zaragozanos de Juslibol, Monzalbarba y Alfocea, este espacio natural tiene una superficie de 331 hectáreas y alberga a 176 especies de aves, 22 de anfibios y reptiles y 15 de mamíferos. Al situarse al pie de un escarpe de yeso, el galacho cuenta con varios ecosistemas: húmedo, escarpe de yesos y zona esteparia.
    En noviembre de 1997 se remitió una propuesta para la promoción del galacho a la Administración europea, siendo aceptado en 1999 dentro del programa Life y recibiendo financiación comunitaria para desarrollar acciones de política medioambiental. De momento, se puede recorrer el galacho en el tren turístico «El Carrizal» y se está construyendo un Centro de Interpretación a la entrada.

      



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