sábado, 11 de agosto de 2018

Palmeira y sus gentes.

 Palmeira y sus gentes.

Vistas Parciales de Palmeira pre-1979



La Ría de Arosa, la mayor de las gallegas, aparece coronada por la belleza de numerosas villas que la rodean, mirándose en el espejo duradero de las aguas claras del Océano. En uno de los rincones mas hermosos está San Pedro de Palmeira, que se extiende a lo largo del puerto, en el fondo de la pequeña ensenada, desde la punta de Cornas hasta la Piedra de Grades.
Su situación en la Península de Barbanza, comarca llena de restos que hablan de civilizaciones pretéritas, evocadas aún hoy por los nombres actuales de muchas de sus villas, nos hace pensar en asentamientos anteriores de otros grupos humanos. Sin embargo, el núcleo mas primitivo de este pueblo marinero, no se pierde en la inquietante oscuridad del pasado, a pesar de la falta de testimonios escritos.
Las primeras noticias documentadas datan del siglo XIII para contarnos de D. Rodrigo de Palmeira, trovador oriundo de esta tierra, que falleció con la dignidad propia del mundo trovadoresco, enardecido de amor por una dama. Habían de pasar siglos, hasta el año 1607, fecha en la que D. Xeromín de Hoyos, en su visita al Arzobispo de Santiago, describe brevemente a Palmeira: "Esta iglesia y puerto. Tiene como unos 72 feligreses, unos 32 marineros y unos 30 labradores". La actividad de la gente, por lo tanto, se repartía casi igual entre los cereales y el pulpo, el campo y la mar.
Sin embargo, en la primera mitad del siglo XVIII, se acentúa una mayor dedicación a la pesca, sin abandonarse totalmente las labores agrícolas. Comienza así una época de surgimiento con un prometedor lanzamiento económico por la comercialización de los productos del mar, mas allá aún de las fronteras de Galicia, y por la instalación, en tierra, de fábricas de salazón e industrias auxiliares.
Con el auge económico se inicia una expansión de la villa, desde aquel núcleo originario de San Pedro que llega hasta nuestros días para darnos la actual configuración de la villa. En ella, la mar y la tierra, están entrañablemente incorporadas y profundamente humanizadas en las modernas y alegres casas que se extienden por el llano o descienden por las costas. Tal dedicación a la mar, como actividad primordial, dejó su huella en Palmeira, jubilosa y divertida. Las tradiciones, las costumbres, el folklore, funden sus raíces en el pasado y siguen manteniendo las relaciones con las villas vecinas a través de las reuniones y las fiestas.
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Pero a pesar de aquellos fulgurantes comienzos del siglo XVIII, no siempre corrieron vientos favorables para la villa. El control de la actividad principal por unos pocos y, habitualmente forasteros, obligó a los propios de la villa a redoblar sus esfuerzos en una ardiente lucha por sobrevivir y por procurar el progreso. Lastre tan pesado impedió una reconversión y renovación técnica de la flota, y de las fábricas, lo que provocó que muchos palmeirenses trabajadores y humildes, melancólicos y realistas, soñadores y prácticos, tuviesen que emprender el camino de la emigración, como si estuvieran reclamados a continuar la vocación viajera de nuestros antepasados los celtas. Allá, en el emocionante recuerdo de su pueblo natal, nació la "Sociedad Hijos de Palmeira". Institución con ambiciosos proyectos culturales, muchos de los cuales son ya una realidad. Mientras los que quedaron se plantean los que haceres cotidianos, con tenacidad e ilusión.
Unos y otros, forjados en el sacrificio, se sienten orgullosos de un pasado común y piensan en el porvenir del pueblo. La unidad de todos es la mejor garantía de continuidad en el desarrollo ya comenzado, hasta alcanzar la prosperidad que se adivina en las modernizadas actividades de la villa.

De esta manera son Palmeira y sus gentes. Magnífica síntesis de paisajes montañosos, horizontes de Ría y viva actividad.





A Barbanza es una comarca de A Coruña que se asienta en la península que le da nombre, entre la ría de Muros e Noia y la ría de Arousa, en el centro de las Rías Baixas gallegas. La región guarda paisajes de gran belleza entre las alturas de su sierra (con hermosas vistas a las rías) y la tranquilidad de sus playas, en un espacio natural atravesado por ríos y ocupado por bosques y valles.
El enorme valor natural de O Barbanza queda reflejado en lugares tan interesantes como el Parque Natural Dunas de Corrubedo y lagunas de Carregal y Vixán, y el Cabo de Cruz que se halla entre las playas de Rianzo y la ensenada de la Merced. Un entorno idóneo para realizar deportes de aventura, deportes acuáticos, visitas naturales y visitas culturales a las muestras del interesante patrimonio que la comarca guarda en sus municipios (A Pobra do Caramiñal, Boiro, Rianxo y Ribeira).
A la oferta natural y cultural se suma un atractivo conjunto de fiestas y tradiciones y una rica gastronomía basada en los productos frescos del mar (destaca el mejillón) y en el vino albariño con Denominación de Origen Rías Baixas.

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